Un agradecimiento muy especial a Alvaro Moya Riffo @alvaromoyariffo por permitirnos disfrutar de sus fotos a través de todo el sitio web de la SNAP.
Ante los efectos cada vez más evidentes del cambio climático, se viene advirtiendo recurrentemente la necesidad de lograr lo antes posible el equilibrio entre la cantidad de dióxido de carbono que emiten las actividades humanas y la que absorben los sumideros, como los bosques.
Para el cumplimiento de este objetivo, se resalta la importancia de los bosques nativos y ecosistemas ricos en carbono, incluidos en áreas protegidas y en otras áreas silvestres, que contribuyen activamente al mantenimiento de la diversidad biológica, a la estabilización del clima y al secuestro del dióxido de carbono.
A pesar de estas advertencias una gran proporción de los bosques de nuestro país padecen deterioros de diversos tipos -sobreexplotación forestal y ganadera, reemplazo de nativas por especies exóticas (pinos), y en algunos casos un exceso de uso turístico-, todo ello, incluso, en áreas protegidas.
Cierto uso forestal o turístico en zonas de bosque, regulados y manejados en forma sustentable, es admisible y ciertamente necesario. Pero la actividad ganadera en sectores boscosos tiene múltiples contraindicaciones para la lucha frente al cambio climático.
Por un lado, la ganadería (junto a otras actividades del sector agropecuario) se encuentra entre las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Aún por debajo de otras fuentes como el transporte, la producción eléctrica o la industria su aporte es importante, considerando tanto a las emisiones de metano de los rumiantes, como a las emisiones de óxido nitroso y de CO2 de los monogástricos.
A su vez, el uso ganadero en áreas silvestres agrega a sus emisiones de GEI, otros problemas que tienen un efecto directo sobre el cambio climático: contaminación, disminución de la biodiversidad, alteración de la estructura y composición vegetal, disminución de la regeneración vegetal, erosión del suelo, competencia con herbívoros nativos, transmisión de enfermedades a especies nativas, entre las más importantes.
Desde el punto de vista de los rendimientos ganaderos, cabe resaltar los bajos índices productivos (como la tasa de ganancia de peso) que se obtienen en los ambientes silvestres utilizados, y en particular, en las zonas boscosas. En regiones con condiciones extremas de frío o calor estas reducciones de los índices productivos llegan a ser drásticas.
De esta manera, a través de una actividad ineficiente y que contribuye al cambio climático por partida doble -emite GEI y deteriora los sumideros que deberían absorber esos gases-, se da la espalda a las recomendaciones de la comunidad científica mundial para lograr reducir las emisiones de GEI. En la foto, ganado vacuno en zona de bosque ecotonal dentro de un área protegida.
Todo documento científico que trata sobre los preocupantes efectos del cambio climático, destaca, entre otras cosas, la importancia de regular la ganadería, proteger más los bosques y otros ecosistemas silvestres, así como ampliar las áreas protegidas, procurando incorporar nuevos sectores a las ya existentes, o creando nuevas áreas protegidas.
Lamentablemente, la ganadería está presente incluso, en sectores de áreas protegidas que poseen restricciones o prohibición expresa para dicha actividad, como en sectores de Parques nacionales o provinciales, sus zonas intangibles o de conservación estricta.
Teniendo en cuenta esto y, considerando los compromisos nacionales para contribuir a la reducción de emisiones (producto del Acuerdo de París, 2015, ratificado por Ley 27270), una medida práctica y efectiva sería la eliminación del uso ganadero de una significativa proporción de los ambientes silvestres afectados actualmente por esta actividad, empezando por aquellos ya incluidos en áreas protegidas.
Esto, no se plantea para hacerse de golpe ni a través de mecanismos conflictivos, más bien debería ser un objetivo a mediano plazo, atendiendo las diversas situaciones sociales que puedan presentarse, pero debería empezar a planificarse de inmediato.
En definitiva, el país debería tender a que la actividad ganadera se restrinja a áreas donde se obtiene un buen rendimiento, asegurando a la vez, suficientes sumideros para que absorban los GEI que la actividad produce, mediante una conservación
adecuada de suficientes bosques nativos, humedales, pastizales y otros ambientes naturales, dándoles a éstos la protección y el control efectivo que requieran. En la foto, bosque dominado por lenga sin ganadería, dentro de un área protegida.
Bariloche, abril de 2021
Eduardo J. Ramilo
Médico Veterinario
Un agradecimiento muy especial a Alvaro Moya Riffo @alvaromoyariffo por permitirnos disfrutar de sus fotos a través de todo el sitio web de la SNAP.